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lunes, 23 de abril de 2012

Todo se resume a nada.

Cuando piensas que todo comienza a tener sentido, que las piezas del rompecabezas empezaron a encajar, que lo que antes yacía negro, ahora se tiñe de gris y poco a poco alcanza el blanco; cuando todo a tu alrededor te abruma, te condensa y te repela, cuando te sientes aprisionada entre tu ser, prisionera de sus sentimientos y emociones, encerrada en lo más profundo de tu inmenso e insignificante mundo; se enciende una pequeña y débil luz.
Piensas; qué absurdo, tal débil señal no puede significar más que una mísera esperanza más que acabará dando lugar a sollozos que nadie salvo yo escuchará.
Sin embargo, algo en ti te dice que vayas, que aunque el camino sea largo y en él encuentres dificultades que ni la vida misma te pueda presentar, sigas adelante; cada señuelo en el camino, cada estrella del cielo brillará con más luz que la anterior, que no es una quimera, que esta vez es verdadera. 
Entonces te atreves pues, das un paso hacia delante, después de un pie le sigue el otro, y luego el otro hasta que, paso a paso vas trazando tu sendero, un sendero tuyo propio donde nada ni nadie te puede hacer parar.
Infinidades de adversidades te acechan, oleajes y los temporales más feroces que la madre naturaleza ha podido experimentar atacan contra tu ser, y tú, persona indefensa e ingenua intenta proseguir. 
Caminante sin camino,no es caminante; pues miré al horizonte, me armé de valor y, llena de todo el apoyo que yo misma me creé en base a los recuerdos que mi memoria conservaba seguí con paso firme y decidido. No hay vuelta atrás, no hay tiempo para peros, no puedo mirar atrás ni un segundo porque sino el presente se escapa, no puedo pensar que quizás deba rendirme porque sino jamás conoceré lo que al final del camino me espera.
Y ahora, estoy a la mitad de todo esto, quiero rendirme, volver al pasado cuando era una chiquilla inocente y desconocedora de la vida.
En mi época más triste sonreí, en la más feliz lloré, qué irónico, ¿verdad? Pues siempre me fue todo aquello de ser diferente y ver el mundo al revés; por eso cada noche, me tumbo en la arena, y con el relajante sonido de las olas bañando la orilla del mar, miro a las estrellas y me pregunto cómo lo hacen para siempre brillar.
En ese momento, cuando una estrella me pareció brillar más de lo que antes hacía, me mostró que, cuando estás triste, cuando las cosas van mal, cuando quieres desaparecer de este mundo y dejarlo todo atrás, has de sonreír lo más fuerte que puedas, porque siempre, siempre habrá alguien que te mira y que sufrirá si te ve llorar. Y , nadie en este mundo ni en el más allá, ha de pagar tus penas reprimiendo su alegría por verte llorar un día más.

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